Madrid, la mañana del domingo me levanté para disputar la carrera PONLE FRENO 10 Km; miré al cielo y a la tierra, había llovido durante la noche, el cielo amenazaba lluvia.
Todo trascurría bien, el cielo estaba encapotado y con ganas de llover, pero aguantaba. Casi estaba más preocupado por mi rendimiento, pués apenas había dormido 4 horas. Conforme los vagones del metro se acercaban a la estación de El Retiro, aperecian más locos de este deporte.
Una vez en el Parque empezé los habituales rituales del corredor antes de las carreras, meadita también. Por megafonía decían que allí estabamos algo más de 8.000. todo estaba dispuesto; el cielo aguantaba, solo caian unas gotas de vez en cuando; para no pasar frío, 5ºC, me apiñé a la gente cual pingüino emperador, esperando el pistoletazo de salida. Todo iba según lo previsto en los primeros metros, más entretenido en sortear personal que de cualquier otra cosa. Casi sin darme cuenta esas gotitas de agua cada vez eran mas frecuentes, grandes y frías. A los cinco minutos de salir, el circuito me permitía ver a lo lejos la salida, aun estaba saliendo gente. La calle se puso cuesta abajo y empezó el diluvio. Al principio uno piensa que será un ratito, que ingenuo. Al cabo de un rato me dí cuenta no sólo que no amainaba, sino que aun llovía con mas fuerza. Sobre el kilómetro 4.25 me percaté de una figura delante de mi que me resultaba familiar,¡¡coño ALFONSO!!!. Al llegar a la estación de Atocha las calles de madrid miraban al cielo, seguia lloviendo con fuerza y hacía un buen rato que estaba calado hasta los huesos. Algunos osados animaban, no había mucho público que digamos, la gente estaba en sus casas arrimaos al brasero.
La entrada de nuevo a El Retiro nos protegía algo de la lluvía, pero nos llenaba el terreno de charcos. Allí se aglutinaba el escaso público. Comenzaba la segunda yúltima vuelta al circuito. Estaba congelado. Casi me salto el avituallamiento. La segunda vuelta transcurrió con pocas novedades, de vez cuando llovía aún más, en ocasiones las gotas eran tan grandes que me dolía la cabeza cuando me impactaba. La nota graciosa de la mañana es que, en el kilómetro 9, calados todos, aún había gente intentando esquivar los charcos.
Terminar fue todo un triunfo; el infierno aún no terminaba. Sin sitio para cambiarme, tube que hacerlo en la misma calle; por suerte tenía ropa seca que ponerme.
Estás son las carreras que no se olvidan. Hoy he sido muy feliz corriendo.Un saludo a todos. Julio.
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