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Y DE REPENTE APARECIÓ UN SERVIDOR………y es que fui el único que no me alojé en el hotel y el que se perdió toda la charanga de la convivencia, que envidia, otra vez será. Por comodidad, por funcionalidad, como sabéis algunos, me exilié en la playa desde el miércoles. Desplazándome la misma mañana del domingo para disputar la carrera. Osadamente pensaba que sería fácil encontraros, “Grasso error” , ni rastro de ninguno de la nutrida expedición de serona.
Así, en solitario, como se vive este deporte, empecé mi segunda maratón. Lento, muy muy lento. Así pues hasta pasados los primeros kilómetros uno no empezaba a coger el ritmo, en eso vi a lo lejos dos siluetas conocidas, que alegría, Julián y Ñete. En ese momento le dí una colleja a Julián y los consabidos saludos y esas cosas, y sin perder de vista el globo de las 3h30 los abandoné intentando recuperar el tiempo perdido en la salida.
Dudas; me entró el “acojone”, ya que empezaba a tener unas molestias en el tendón de aquiles, que me hacía temer lo peor. Por suerte, las molestias se fueron disipando a medida que pasaban los kilómetros. El “globito” de las 3h30 a dos zancadas, a ritmo adecuado; todo iba de p.m., hasta que llegó esa necesidad irrefutable de vaciar la vejiga. Me cagué en san pito pato y los peces de colores, si ya me da rabia tener que parar a mear en los entrenos aun más en las carreras. Y es que con el jodio frío que hacía y la escasa sudoración por algún sitio tiene que salir, por la puntita….Así que, paradiña, meadiña, y a recuperar.
Donde se mea una vez se puede mear otra, así que, pasada la media, resignado, inicié la segunda paradiña, meadiña y a recuperar otra vez.
Aun así, todo seguía como estaba previsto, a mi ritmo de 5:00/Km, pero amigo, los esfuerzos se pagan, y más en una maratón. Y empecé a notar que me costaba mantener el ritmo. Con la cabeza bien fría, por el frio vamos, intentaba no caer en la tentación de abandonar el objetivo a los primeros síntomas de dificultad. Y como no hay dos sin tres, allá por el kilómetro 30 me tocó por tercera vez mear en las calles de Sevilla.
Ahora sí, sabía que no conseguiría bajar de 3h 30. Ya con los primeros dolores, intentaba no perder más tiempo, 5:01/Km, 5:02/Km. Y así, concentrado, buscando objetivos visuales cortos me engañaba para hacer pasar los kilómetros más llevaderos. Llegué al “muro”, el temido “muro”, me pegué a un grupito intentando no pensar, no sentir, sólo oler la meta y llegar hasta ella. El kilómetro 40, aquello estaba echo sólo había que aguantar un poco más, 5:04/km, que coño importaba eso ya; me dolía todo y sin embargo quería apretar, delante tenía el Estadio olímpico.
Y por fin, entré en el túnel, al descender por el mismo el dolor se agudizaba por momentos; y fue pasar del frío cemento al calor y color del tartán, y querer llorar, llorar de emoción, llorar de dolor; pero no salía ni una lágrima. La vuelta de honor al Estadio olímpico, los brazos en el alto, la sonrisa en la cara y con los ojos buscaba en la grada a esa persona especial sin la cuál, esto sería aún más difícil. Gracias Choni!
Y al final 3H 36m. Terminar mi segunda maratón no tiene precio; bajar casi media hora con respecto a mi anterior registro, simplemente no tiene paragón.
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